Internacional

Italia es campeona de Europa por segunda vez, primera desde 1968

 El combinado dirigido por Roberto Mancini sucedió al equipo campeón de 1968 que ganó la Eurocopa tras superar en la final 2-0 a Yugoslavia. 53 años después lograron el objetivo. Inglaterra volvió a fallar y seguirá esperando su primer título internacional desde 1966

Italia ganó su segunda Eurocopa derrotando a Inglaterra en los penales  con los fallos de Saka, Jadon Sancho y Marcus Rashford desde los once metros. El combinado dirigido por Roberto Mancini sucedió al equipo campeón de 1968 que ganó la Eurocopa tras superar en la final 2-0 a Yugoslavia. 53 años después, Italia se proclamó campeona.

El encuentro ante Inglaterra comenzó con un gol tempranero de Luke Shaw a los dos minutos después de aprovechar una asistencia desde la banda derecha de Kieran Trippier que remató a la red de la portería defendida por Gianluigi Dunnarumma.

Después, a los 67 minutos, Bonucci empató tras un remate de cabeza de Marco Verratti a la salida de un córner que golpeó en el poste. El central italiano recogió el rebote y mandó el partido a la prórroga, en la que no hubo más goles. Al final, los penaltis dictaron sentencia e Italia se proclamó campeona.

La primera Eurocopa para Italia desde 1968, la que le niega la gloria a Inglaterra 55 años después de su último título internacional, en una final que empezó prometiendo locura y acabó por todo lo alto.

No había otra manera de acabar la Eurocopa más loca de todas que con el gol más rápido de la historia de las finales. Menos de dos minutos tardó Inglaterra en enrabietar a su hinchada, loca por pegar saltos, quitarse la camiseta y celebrar algo 55 años después.

Menos de dos minutos tardó el plan de Gareth Southgate en funcionar. Su defensa de tres centrales cobró sentido cuando Kieran Trippier, el carrilero, recibió la pelota en la esquina del área y puso un centro preciso al segundo palo. Di Lorenzo se lo comió completamente y Shaw apareció desde atrás para acomodar la pelota con el interior junto al palo. Una definición exquisita, que lograba su primer tanto con la selección en el mejor momento posible. 

Este chispazo de Inglaterra fue seguido de un fútbol eléctrico de las dos selecciones, con el centro del campo italiano apagado y el fluir de las transiciones rápidas, sobre todo a través de los extremos ingleses. Pero esto se apagó rápido, en cuanto los ingleses se dieron cuenta del poder que tenían entre manos, de la ventaja que les daba el gol ante un Italia acostumbrada a no ir nunca por detrás en el marcador. 

Los de Roberto Mancini no tenían un plan para atacar en estático. A España le cazaron en una contra, pero aquí Inglaterra no tenía un resquicio. Su línea defensiva era impenetrable para una Italia que atacaba a ráfagas y siempre en solitario. Era una acción entre tres de Chiesa, una carrera de Insigne y poco más. Y así era imposible.


No había juego combinativo en una escuadra que esperaba un partido como el de España y se había dado de bruces ante la aparición de Shaw. Solo Chiesa parecía entender lo transcendental de la final y en sus botas estuvo el empate, en un remate raso que Pickford adivinó instintivamente.

Italia se obcecaba en ataques intrascendentes y tuvo que recurrir a su esencia, al balón parado, para igualar la final. Fue una jugada con mil aristas, un córner peinado en el primer palo y al que Chiellini, al que estaba haciendo penalti, no llegó. Verratti se lanzó en plancha y conectó un cabezazo que sacó Pickford, rebotando la pelota en el palo y quedando a placer de Bonucci, que solo tuvo que empujarla.

Nuevo escenario. Southgate tuvo que reaccionar y desarmó la defensa de cinco. Fuera Trippier y dentro Bukayo Saka. Mount vuelve al medio y el del Arsenal al extremo. Pero había el técnico había hecho los cambios muy tarde. El partido se le había descontrolado y sino fue a más el descalabro fue porque Chiesa, de largo el mejor, se tuvo que ir lesionado.

Una prórroga que evidenciaba aún más las carencias de Southgate como entrenador, confiando todo a alguna individualidad de los suyos, mientras que a Italia le bastaba con la posesión y esperar los penaltis. Fue una opción que gustó a ambos, que decidieran los once metros y que la suerte acabara con la agonía de un equipo que busca la gloria desde el 66 y otro desde el 68.

Esta vez no hubo trilero Chiellini. Se lanzó en el lado de la afición inglesa, pero empezó anotando Berardi. Replicó Kane y erró Belotti. No falló Maguire. 2-1 para Inglaterra y toda la presión del mundo para Italia. Bonucci asumió el mando y no decepcionó, a diferencia de un Marcus Rashford que salió exlusivamente para los penaltis y tiró el suyo al palo. 2-2. Vuelta a empezar.

Bernasdeschi lo dejó todo listo para la gloria italiana, cuando Sancho se encontró con la primera gran estirada de Donnaruma. Pero Jorginho le dio emoción, Pickford le sacó el penalti de la victoria. Una alegría efímera, porque Donnaruma, impertérrito, frenó a Saka y mandó la copa a Roma. 
La primera para Italia desde 1968, una puñalada al corazón inglés, que tendrá que seguir ansiando algo que rememore la gloria de 1966.

La maldición del anfitrión 

El estadio de Wembley contempló la extensión del maleficio del anfitrión en la Eurocopa con la derrota de Inglaterra ante Italia, que logró en Londres su segundo título continental tras vencer en el lanzamiento de penaltis.

En las dieciséis ediciones disputadas solo en tres ocasiones ganó el equipo local. Fue en España 1964, con triunfo español, en Italia 1968, con victoria transalpina, y, la última, en Francia 1984, cuando el conjunto galo venció a España en París.

Desde entonces y tras nueve Eurocopas disputadas, ningún anfitrión ha ganado la copa. Solo en Portugal 2004, en Francia 2016 y en esta, en la Eurocopa 2020, el conjunto organizador alcanzó la final. En la primera, el cuadro luso fue superado por Grecia. En la de hace cinco años, el equipo francés cayó en la prórroga con Portugal. Y en la de este domingo, Inglaterra fue batida por Italia.

En esta edición y a pesar de que la competición fue multisede, con once ciudades organizadoras, fue Londres la que acogió la fase final. Tanto las semifinales como el último partido, con Wembley como escenario e Inglaterra como anfitrión. También derrotado.

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